Allí, donde confluyen y se bifurcan los treintaidos senderos, busca el árbol de los filósofos. De seguro lo reconocerás por el color áureo de sus hojas, por la sinfonía universal que fantásticos pájaros de innumerables colores, silbaran para ti. Podrás admirarlo también, porque su sabia amalgama la ciencia del bien y del mal y porque en su raíz vela y dormita la serpiente antigua, aquella que modulando el lenguaje de los dioses te dará acceso a los planos sephiroticos que lo conforman. No dudes tampoco en tomar en tus manos los frutos jugosos que cuelgan de él, como estrellas en el firmamento, para que sacies con ellos tu sed de inmensidad.
Grande y magnifico es desde siempre su simbolismo; pues de el florecieron los seres y los astros cuando el logos ignífero empezó a surgir del caos, del insondable vacío de aquella nada primigenia, pero que en si contenía potencialmente los arquetipos de toda vida y de toda muerte. Porque el árbol expresa el misterio del tiempo, de las noches y de los días. Debajo de su follaje hasta los mismos dioses buscan su reposo, el frescor merecido después de haber recorrido gloriosos el infinito, luego de haber soñado en sus ojos otra vez la eternidad.El árbol, si sabes buscarlo, crece y se ramifica en tu interior. Su regio tallo es tu columna y en cada una de sus treitaitres vertebras podrás reconocer uno a uno los eones transcurridos y los caminos andados, desde aquel día en el que arrojaron a tus primeros padres del paraíso, en el cual los seres podrán reconocerse entre si, como semillas dispersas de ese jardín edénico donde crese airoso el árbol de los sabios y en cuya copa de luz beben los ángeles.Cuando lo halles, no olvides dar gracias a Atziluth; inclínate ante su frondosa majestad y pronuncia en silencio tu oración, para que tu voz surque como el rayo los espacios. Aunque, recuerda: la respuesta a tus preces, está en ti. Cuando encuentres al árbol, escoge el brazo salvador, la rama dorada de tus sublimaciones, y cuélgate de él, inicialmente bocabajo, para que tu cuerpo, tu mente y tu alma, experimente la dulzura del amor divino que con tanto ahincó has buscado desde el comienzo del mundo, para que cumplas ritualmente la expiación del arcano XII del tarot revela para ti, oh discípulo, en su cabalístico esplendor.
(DAOLOTH)