TEXTO HEG



TEXTO





....Aquejado por
tan agonales reflexiones, Héctor busco contacto con los grandes
espíritus que le precedieron en el universo poético. Fallecido
Barba Jacob y otros malditos, su máximo representante era, en
Colombia, León de Greiff. Ese océano de lengua repleto de una sal
de inspiración guasona que solo obedece a la música de las esferas,
captada por el panida con delectación existencial. era el poeta
mayor de aquellos tiempos, y quizá de todos los tiempos. A pesar de
que aun existían esa otra admiración de Hector, Luis Vidales, y el
´´poeta de los cielos´´, Carranza. desafortunadamente no conocía
alguien que pudiera acercarlo físicamente al admirado personaje.
Durante sus viajes a Bogotá se contacto con obsérvale una sola vez,
de lejos, en el paraninfo de la Universidad Nacional.

Quiso entonces su
infernal suerte que se encontrara con un estudiante de cierto
postgrado de derecho a quienes sus amigos de farra llamaban
Alfoncillo, el cual integraba en Pereira con el periodista Miguel, el
psiquiatra Marulo, y otros cómplices un grupo de estudio que
consagro como rito iniciar sus tenidas semanales en el café Anarkos,
allá en la calle 18, para trasladarse después a la casa de alguno
de sus estudiantes.

Alfonsillo se
ofreció a hacer contactos pues era asiduo del gran felino, por
aquello de la bohemia en el café Automático, un cubil Bogotano
donde el irreverente y querido De Greiff concurría todas las noches
formando tropa con Leo le Gris, Gaspar de la noche, Don Lope de
Aguinaga, El Ebrio, Miguel Zulaibar, el Exiliado, Sergio Stepanovich
Stepansky, Erik Fjordson, Claudio Monteflavo, Ramón Antigua, El
SKalde, Diego de Estuñiga, Gunnar Tromholt, Proclo, Harald el
Obscuro, Guillaume de Lorges, Baruch, Alipio Falopio, Pantonto,
Bandullo, Beremundo el Lelo, Palamedes, Apolodoro, Bogislao,
Abdenagodonsor el Tartajoso o tartamudo y Matias Aldecoa, para apurar
ciertas cantidades de aguardiente que envía la Empresa de Licores de
Antioquia, según contrato debidamente legalizado por intermedio del
ex ministro Diego Calle, gran amigo, gran bohemio y consejero
económico del León, quien sitio a los miembros de la Junta
directiva de esa entidad ante un terrible dilema: a nombre de su
literaria tropa, el gran Leon Panida, gloria de la raza antioqueña,
ofrecía consumir y ponderar exclusivamente el aguardiente de tan
prestigiosa casa, con la sola condición de que le fuera remetido en
garrafas especiales desde el lejano Medellín. !Gratis y con porte
pagado!.





Desde luego, la
retribución del bardo consistiría en magnificar literalmente la
superioridad del liquido nectario de los países, del gran anisado,
verdadero combustible del pueblo de la montaña... el de la dura
cerviz.

Alfonsillo tuvo
su escaramuza con la lirica tropa al atreverse a sugerir que cataran
aguardiente Cristal de Caldas. Sufrió entonces gran derrota verbal,
pues León, a nombre de todos, y presumiblemente para cumplir su
contrato, le comento:

-Yo... solo bebo
aguardiente antioqueño, aunque no hay aguardiente malo...ni godo
bueno.

Los jolgorios
literarios de Alfonsillo y otros compañeros del postgrado nocturno
en el poético antro eran memorables, estuvo a punto de perder su
cargo diurno como abogado principalmente en la Superintendencia de
sociedades, pues ni el más calavera de los estudiantes igualaba el
ritmo etílico del Panida. Cuando reconoció a su paisano tomo como
propio el asunto y un viernes cultura abordaron al gran viejo en el
Automático. Héctor sufrió un doble impacto al serle presentado al
mismo tiempo que el escritor, diplomático y demonologo Pedro Gomes
Valderrama, quien, cosa rara, tuvo el palpito de acercarse esa noche
a la temida Humeteca, nombre de guerra impuesto por el incorregible
León, su dueño espiritual...

Las botellas
fueron pasando y la genial conversación de los contertulios
ingresaba por los poros de Hector. Alfoncillo trato el tema de la
última novela de García Marques, exhibiendo como primicia en las
librerías bogotanas. El gran Stepansky confesó haberla leído de un
tirón porque su autor tuvo la gentileza de enviarle uno de los
primeros ejemplares desde México. Con su fantástica memoria
deslumbro a la concurrencia recitando pasajes enteros.

Héctor no
lograba reponerse. Hacia las 3:00 P.M, muy nervioso, se atrevió a
confiar al oído de León que el también ¨era poeta¨.

Recibió la
primera de las muchas estocadas que le fueron propinadas en los
largos años de amistad;

-!En este país,
salvo a la sentencia de la Corte Suprema de justicia, todos somos
poetas!, !Beba, joven!

Lo cual resulto
demasiado para un imberbe en cuestiones de poesía y de trato con
personalidades. Héctor concitaba mostrar quien era y para ello
derribo las botellas de un golpe, saltando sobre la mesa, allí en
señal de poder teurgico, emitió repetidamente el mantrm VAV de la
lengua sagrada, desvelando su secreta procedencia mediante unos
versos que anticipaban en treinta años la alineación electrónica.
todo, ante la mirada, inescrutable de Leon:







INTERSONET






¿Soneto en internet? Argot digito.


¿Disquett de rima en clave?
performance.


Programándome en éxtasis o en
trance


por la autopista de mi ser transito.






Convertido en un eco retransmito


mas allá de la voz, a donde alcance


esta verba que soy... ¿musa de
lance?


Dando vueltas sin fin al infinito.






Aquí, ante la pantalla de mi mente,


discando mis neuronas solamente


para Hacer que se ordene el
ronroneo.






El teclear de mi maquina Olivetti


-la misma de Pavese o de Canetti-


¡este viejo instrumento del verso¡









Al punto un
lechuguino y varios meseros quisieron bajarle de la mesa, cuando
parecía concluir su actuación e hizo ademan de continuar. Ante el
forcejeo escandaloso retumbo la voz leónica:





-Déjenlo,
pendejos, ¿no ven que es un poeta?

Fue el ascenso
hacia la gloria. Ni que el mismo emperador de los avernos hubiera
emergido de su profundidades para entregarle su tridente. imposible
calibrar lo que siente un ser humano cuando su yo profundo columbra
el rayo sagrado del conocimiento, esa fuerza capaz de herir y matar,
luz corpórea que afecta toda el alma. Desaparecen los límites del
inconsciente y el ego se exalta, ¡la eternidad en un instante¡

El abrazo cordial
del noble León lo saco de su actitud petrificada y la etílica
amistad continuo hasta que se agotaron las monedas profanas de
Héctor. Dedujo entonces Alfoncillo que su menguado estipendio no
estaba en capacidad de sostener dos copas tan respetables, al ritmo
de un León que disfrutaba del soñado ¨trago libre¨ por cuenta de
los antioqueños (única vez que alguien los ha sableado,), de manera
que el regreso del poeta a su querida Pereira se impuso
indefectiblemente.

No obstante,
Héctor aun debía percibir otras dimensiones en el alma del gran
bohemio. Fue así como durante la juerga de despedida imploro a De
Greiff su ultima petición en forma de un soneto para victoriana, su
amor de entonces. La carcajada fue inmensa y el apocamiento de Héctor
también. El maestro grito, pidiendo recado de escribir. Acepto una
modesta Parker 21 suministrada por una acompañante ocasional y con
tono pontifical, en ademan ceremonioso, ensarto una servilleta de
papel en la punta de la estilográfica, la dirigió hacia la
humanidad de Héctor, y ordeno:

-¡Escríbalo
usted, mijo, que es tan poeta como yo¡

La grandeza de la
tierra prometida condescendía al nivel de los pequeños infiernos.
Héctor tomo la pluma sin vacilaciones, y en la desgarrada servilleta
dio a luz el primero de sus sonetos a la alquimia del amor mágico.












Libro ¨El enviado¨